viernes, 13 de julio de 2012

LA VIDA NO ACABA BAJO LA COSECHA


Buscando una huella me largué a los rumbos y anduve caminos amando el tierral.
La huella se alarga, la meta no llega, la estrella me invita a seguir no más.
Amé los caminos que creía míos hoy veo que aquéllos son sólo de Dios.
Voy dejando amigos que toman desvíos, misterios distintos del que tengo yo.
La historia se enancha, la huella se estrecha, la vida se encoge, quiere madurar.
Todo mi follaje, busca la semilla, sabe que por ella ha de perdurar. 
La vida, la vida no acaba bajo la cosecha, yo sé que en mi vida morir es callar.
Creo en el mañana, tengo fe en la tierra. Ella permanece para mi trigal.
Sigo su camino buscando una tierra con toda mi alma quisiera ser fiel.
En cada campana arrollo mi carpa. No quiero taperas si no he de volver.
El que está en camino nunca se despide.
Libre como el viento saluda al pasar.
Su sola querencia anida en la meta, que aún no conoce, pero alcanzará.
Todo lo que vive, hacia allí camina.
Sigue el mismo rumbo que camino yo.
Un día el encuentro volverá a reunirme con lo que he dejado por buscar a Dios.
Moriré en septiembre cuando todo estalla.
Blanquea el ciruelo despertando en flor.
Cuando el duraznero se viste de nuevo y todo renace a mi alrededor.
Dejaré el invierno como algo pasado, al que no se vuelve para nostalgiar.
Meterse en la vida brotar en la tierra, y con ella irse para el más allá.
Si busco la vida no hay otro camino. Es duro morirse pero hay que morir.
Sangrando en la huella me voy sur adentro. No puedo negarte de nuevo mi sí.
Sangrando en la huella me voy sur adentro. No puedo negarte de nuevo mi sí.
               
Esta hermosa canción de Roberto Ovejero, es una verdad en la vida de Jesús Arroyo. La vida que no acaba bajo la cosecha, la vida que no deja de ser MISTERIO. En memoria de ese misterio, la Vida Religiosa de Sucumbíos se siente en búsqueda permanente. Porque tenemos fe en la tierra, sabemos, queremos, deseamos seguir caminando. En nuestro amigo y hermano Jesús, hemos descubierto que no hay más camino que seguir sangrando en la huella e ir sur adentro. Más adentro de la historia,  Jesús Arroyo ha dejado un testamento profético para quienes compartimos aspiraciones, vida y esperanza. Ese testamento está arraigado en la pasión por Jesús y su Reino. Y no hay más acción y palabras que la entrega decidida y arriesgada que él hizo. Con él, nos sentimos en solidaridad con el pueblo de Dios, con los pequeños de nuestra Amazonía. Gracias, querido Jesús. 

 

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