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Fecha: 13 de junio de 2012
Carmelitas Descalzos
Comunidad de Santa Teresita
9 de octubre de 470
Apartado 17 – 03 – 714
QUITO = Ecuador =
Ec. Rafael Correa Delgado
Presidente Constitucional del Ecuador
De mi
consideración:
Por medio de la
presente quiero hacerle llegar mis mejores deseos de éxito en la gestión que
viene realizando como primer mandatario de esa querida nación. Todo lo que pueda hacer por el bien de ese
pueblo al que siento mi pueblo y de ese país al que siento mi país cuenta con
mi oración y estímulo, precisamente porque lo siento como algo propio.
Soy un religioso
carmelita que llegué al Ecuador el año 1981 cuando acababa de cumplir veintiséis
años. Venía destinado a la entonces Prefectura
de San Miguel de Sucumbíos en la actual provincia de Sucumbíos, entonces
provincia de Napo.
Lleno de ilusiones
trabajé hasta el año de 1986 en la zona de la vía a Colombia y las comunidades
campesinas aledañas a La Agrio. Viví
lleno de alegría y sintiéndome acogido como en casa propia entre campesinos y
campesinas de las vías a Colombia, Coca y Tarapoa. Acompañar la vida de las familias que acababan
de llegar de toda parte del país en busca de mejores días y sueños inalcanzables fue mi tarea fundamental. Acompañarles en las gestiones ante el IERAC,
motivar la organización, animar a la legítima defensa de su derecho a tener un
pedazo de tierra fueron tareas que hundían sus raíces en su profunda fe en Cristo
que se unían en la mía. Fue un verdadero
regalo del Dios de la vida poder vivir junta a ellos estos años.
El año de 1986
pasé a ser párroco de la única iglesia que había en lago Agrio, donde estuve
hasta el año 1994. La vida de los
barrios, la formación de sus comunidades cristianas y el alentar la
organización barrial ocuparon mis desvelos.
En Lago Agrio me encontró el terremoto del año 198 y tuve la dicha de
trabajar arduamente por una población que se sentía desvalida por el
aislamiento que el terremoto produjo.
Por ser párroco formaba parte de la junta de Defensa, que al lado de las
autoridades y presididos por el militar de más alto rango pretendimos paliar el
sufrimiento y la angustia de quienes más
sufrían por lo que había sucedido. Allí
tuve la alegría de acoger a un joven venido espontáneamente de Suiza, de nombre
Toni, con quien mantengo todavía una entrañable amistad y que tanto ha hecho
por nuestro país y otros muchos.
También debido al
cargo de párroco y en aquellos difíciles momentos del Gobierno de León Febres
Cordero fui elegido presidente del naciente Comité de Derechos Humanos del
Nororiente (CDHNO) que con el apoyo de personas más profesionales fue creciendo
y ofreciendo resistencia a los desmanes
que constituían el pan de cada día en una tierra que era considerada tierra de
nadie y donde lo importante no eran las personas sino el petróleo que aportaba
a la economía del país.
Del año 1990 al
1994 tuve la dicha además de poner en marcha uno de los proyectos más
emblemáticos de la Iglesia de Sucumbíos: la Radio Sucumbíos. Con este medio pudimos soñar que era posible
sacar a esta provincia y a la provincia de Orellana, todavía no creada, del
aislamiento al que se les tenía relegadas.
Pudimos construir una verdadera escuela de comunicadores de la mano de
entidades como CORAPE y ALER, que nos abrieron al mirada al ámbito nacional y
latinoamericano. Logramos integrar a una
provincia que todavía no tenía adecuadas vías y escasa cultura de integración
por estar formada por pobladores venidos de todas las provincias del país. Soñamos con un medio de comunicación que
aportase a la provincia y por eso mismo el pueblo le puso el nombre con el que
la identifica hasta el día de hoy: Radio Sucumbíos.
El año 1994 salí a
estudiar tres años y al regreso me fue concedido el privilegio de trabajar con
las nacionalidades indígenas que habitan en esta provincia, de manera muy
particular con la población shuar emigrada desde Morona Santiago y Zamora
Chinchipe y la población kichwa (runa), venida anteriormente del alto
Napo. Además de acompañar a las comunidades
cristianas y a sus servidores, tuve la oportunidad de trabajar en el
crecimiento del Centro Cultural Indígena P. Ramón López, llamado así en memoria
de un Carmelita asesinado el año 1969 en Puerto Libre por defender a la
comunidad cofán que allá vivía, actual comuna Sinango’e. En estos mismos años apoyamos el nacimiento
de la Federación Shuar de Sucumbíos con la intención de que la población shuar
de la provincia se fuese articulando y apoyando mutuamente en contacto con la
Federación Shuar de Macas.
Después de seis
años en la ciudad de Quito por responsabilidades de la Orden a la que pertenezco,
volví a Sucumbíos para trabajar en uno de los proyectos más ambicionados por
los Carmelitas de esa provincia: el Centro de Espiritualidad Monte
Carmelo. Con él queríamos ofrecer un espacio de reflexión, orientación
y cultivo de valores a la población de una provincia siempre asediada por
problemas complejos que usted conoce muy bien.
Ese proyecto que sigue llevando adelante por las hermanas de la Compañía
de Santa Teresa fue el lugar en el que cerré mi estadía en Sucumbíos por
problemas que también son de su conocimiento.
Todo lo vivido ha
sido un regalo del Dios de la Vida y es por eso que le solicito de la manera más
comedida a su persona, se digne extender el decreto ejecutivo correspondiente
para que se me conceda la nacionalidad ecuatoriana por SERVICIOS RELEVANTES prestados. Eso hará posible mi deseo de contar con la
nacionalidad ecuatoriana y sentirme más unido a ese pueblo y a ese país que
usted hoy preside.
En espera de una
acogida favorable a i ruego, me suscribo de usted atentamente:
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Fr. Jesús M. Arroyo
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